domingo, 22 de febrero de 2009

Un clásico: Religión, pensamiento, guerra, etc.


Estoy harta de que me manden pps de la virgen, de san ex-pedito, de Jesús que me ama (¡me mandaron uno con la foto de Robert Powell!) y de miles de milagritos que se me van a conceder si reenvío esas pedorradas a 152 personas en 15 segundos. O... Todo me va salir mal en los próximos 125 años.
Harta. Hartísima.
Harta de que traten de imponerme irracionalidad institucionalizada (un verdadero ataque a la libertad) de (entre otras) una institución que desde hace cientos de años no hace más que pedir perdón: Por las Cruzadas, la inquisición, Galileo, los curas pedófilos y últimamente, uno negador del Holocausto que (¡qué raro!), estaba en Argentina.

No son los únicos. Vi un documental filmado en Gaza donde una nena de unos 5 años decía que no le gustaban los judíos porque eran hijos de perros, y un nene de 12 explicaba porqué era una alegría morir como un mártir en nombre de Alá. Si alguien puede decirme porqué a esos chicos víctimas de una situación que puede explicarse en términos políticos y económicos y racionales se les llena la cabeza con odio religioso e irracional, soy toda ojos y oídos.
Lamentablemente, el realizador del documental no pudo hablar con los chicos israelíes acerca de su opinión de los palestinos, porque fue muerto por soldados israelíes antes de cruzar del otro lado. Pero dudo que hubiéramos tenido sorpresas y escuchado cosas muy diferentes.
No es la única guerra con ribetes religiosos que hay en el mundo en este momento. Y hablo de ribetes porque nunca la religión es la causa de una guerra. Es sólo la forma más fácil de generar el odio suficiente para justificar el asesinato. De un lado y del otro. Odio, intolerancia, sangre, castigo son entre otras maravillitas el lugar común entre todas las religiones. Mucho más de eso que amor a la humanidad.

No es que esté en contra de la irracionalidad, sobre todo cuando es creativa. Pero me gusta el libre pensar. Que cada uno elija en qué cuento de hadas creer, sin tratar de imponérselo a nadie, sin creer que el que no cree o el que cree en otra cosa, es un idiota o un cerdo al que hay que aplastar o convencer. Yo respeto las creencias de los demás, no cuestiono porqué y en qué creen los otros. No me parece mucho pedir que se tenga el mismo respeto hacia mí y a los que piensan como yo. Personalmente no me gusta el pensamiento mágico. Para cambiar las cosas hay que trabajar sobre los problemas y tenemos que ser nosotros los que lo hagamos. No me parece confiable ningún "hombre invisible" (como lo llama Carlin y me encanta) para la tarea. Sobre todo porque el hombre invisible no se caracteriza por su éxito en ese tipo de cosas. El hombre invisible es tan invisible que para mí, no existe.


Para ver la idea mejor expuesta, va el video de George Carlin. Como notita al pie, vi en You Tube a un pastor alegrándose por su muerte, festejando que se estuviera quemando en el infierno. Nada como el amor religioso.